Un personaje olvidado que muchos aún recordamos.
Santutxu y más
Dejo el Carmelo a mi espalda, paso Zabalbide y en la fachada empedrada del bar Caserío un cartel me avisa de la frontera de Santuchu con Begoña. Bajo las escaleras de la telefónica, y en nada estoy pisando la Senda de los Elefantes (Iturribide).
En la Bodega Riojana tomo unos potes con sendos tacos de “bacalado salado” que más me hacen desear el trago, y satisfecho por lo comido y libado paso la burrería, miro la cartelera del cine Gayarre cosido al Baraikoa con pinchos morunos, que con un olor tentativo me invita a entrar… En nada tengo en la barra un pincho y otro pote que por el incesante picante termina por triplicarse. Llego al Arenal, antaño conocido por el Arrabal, una zona de arena y fango por las crecidas de la ría que llegaban hasta la misma escalera de lo que era la ermita-hospital de pescadores de San Nicolás, lugar de asentamiento en 1.743 de la parroquia que hoy conocemos, y… ¡Espera! ¿Qué pasa hoy en paseo que parece un avispero alborotado? La gente se va arremolinando junto a un altillo improvisado, donde un señor con traje de paño y sombrero de fieltro a juego, no para de proferir voces atronadoras para llamar la atención de los paseantes, que ante la llamada insistente poco a poco se van arremolinando en su entorno, y cuando consigue el aforo deseado vocifera con voz fuerte a los presentes… ¡Bilbaínos y bilbaínas de esta distinguida villa! Villa que ha sido elegida y ha tenido la suerte entre unas pocas para daros a conocer algo que está causando sensación en los hogares de toda Europa. Pero antes quiero dejar claro a los presentes, que por la demostración de tan espectacular máquina no cobro nada, ya me paga con creces la prestigiosa empresa alemana Kronen Diamont para hacérsela conocer a todos ustedes.
Una maquina indispensable en casa donde todo el mundo puede usarla sin peligro alguno, incluso un niño “imberbe” puede hacerlo.
¡A ver secretario! Con sumo mimo y cuidado alcánzame una al azar.
Con teatrera parsimonia estudiada la saca de la caja, la despoja de un papel atrayente, y mostrándola al público de una forma ostentosa continúa con su cháchara.
Esta pequeña e indefensa maquina aunque no lo parezca es una fiera implacable con todo tipo de vidrio y azulejos, que con un simple roce el cristal se doblega y corta sumisa por donde un diamante de12 quilates la manda y ordena.
A continuación toma un cristal, lo raya, y con un simple golpe el vidrio sale cortado a la perfección, cosa que hace repetidas veces.
Como antes he dicho, y cumplo mi palabra; por la demostración de esta soberbia maquina no cobraré nada, pero al ser portadora de un diamante de 12 quilates que vale su peso en oro, como estamos de demostración, la empresa a la cual tengo el honor de representar, me ha autorizado a cobrar solo hoy el simbólico precio de 15 pesetas ¡Sí, sí! han oído bien, he dicho 15 pesetas, ni una más ni una menos con el diamante y mango incluido de noble madera de ébano.
¡Deme una! ¡A mí dos! Solicitan con prisas dos ganchos camuflados entre el público. ¡Tranquilos amigos! no tengan prisa que hay para todos, antes quiero mostrarles un regalo sorprendente que tiene para con ustedes mi empresa por su confianza depositada en ella. ¡Atentos amigos! Al afortunado que compre la maquina corta cristales con diamante y estuche incluido, no le voy a cobrar 30 ni 40 ni 50 pesetas su precio real en el mercado, solo tendrá que abonar el simbólico precio de15 pesetas, y también se llevará como recompensa un suculento regalo.
¡Sí, sí! Han oído bien, el regalo de esta preciosa y precisa máquina de escribir (bolígrafo de plá
stico) a cuatro colores, que solo con apretar un botón seleccionará de una forma automática el color deseado para sorpresa del más exigente secretario, como este café-restaurante Arriaga que tengo a mi espalda que me acaba de encargar para empezar la “friolera” cifra de veinte docenas y media, y no les digo nada del pedido de Almacenes el Águila, justo a nuestro lado nada más pasar el puente frente a la Sociedad Bilbaína, que también…
Este era uno de aquellos charlatanes que a menudo veíamos por el Arenal, que con su sagaz verborrea sacaba a “lelos y sinsorgos” la “tela marinera” con algo que a la corta o a la larga nunca servía para nada.
Parrita.
Comments: no replies