Otra forma de pasear por la ciudad
El nuevo proyecto del ilustrador Pablo Gallo es un precioso libro en el que el autor coruñés, afincado en Santutxu desde hace más de una década, se propuso ofrecer una mirada diferente a las siete calles que forman el Casco Viejo bilbaíno. “Siete días en las siete calles” es un paseo por la historia de nuestra villa y, sobre todo, un toque de atención para cuidar los pequeños tesoros que tenemos tan cerca y que, a menudo, pasan desapercibidos a nuestros ojos.
¿Cómo se te ocurre la idea del libro?
Me gusta mucho pasear por la ciudad y un día, caminando por ahí, me pregunté de dónde venía el término de las Siete calles porque, aunque llevo 14 años viviendo en Bilbao, no soy de aquí. Tirando del hilo, fui descubriendo que la ciudad medieval eran esas siete calles rodeadas por la muralla y fuera había barriadas y caseríos… de hecho, la calle Ronda se llama así porque era por donde se hacía la ronda para vigilar la ciudad. Ahí se me ocurrió este juego de recorrer estas calles durante una semana, un poco al estilo de Georges Perec en “Tentativa de agotar un lugar parisino”. Apunté lo que había en cada esquina y estuve tres meses documentándome e investigando el pasado, personajes que nacieron ahí… es una especie de collage de historias en el que voy saltando en el tiempo y jugando con las imágenes y con los textos.
¿Descubriste muchas cosas que no sabías sobre las calles del Casco Viejo?
Sí, claro; y es curioso porque hay mucha gente de aquí que no conocen un montón de historias que salen en el libro y me dicen: “tiene que venir una de fuera a descubrirnos esto” (risas). Pero eso siempre pasa, porque los de fuera se fijan más, ya que uno en su vida cotidiana no se fija tanto ni se preocupa por conocer esa historia. Descubrí muchas cosas que me llamaron la atención, por ejemplo yo empiezo en la calle Somera y dejo atrás el puente de San Antón, donde en el siglo XV se ajusticiaba a los delincuentes atándoles una cuerda al cuello y tirándoles a la ría; y en la calle Barrenkale está el restaurante Luciano, al que iban estrellas de Hollywood como Ava Gardner o Lauren Bacall, escritores como Hemingway, pintores de la bohemia bilbaína…
¿Es complicado cambiar esa mirada cotidiana de la que hablabas antes y disfrutar más de esas maravillas que tenemos tan cerca?
Sí… y más en los tiempos que corren, que todo son prisas y es complicado eso de ir lentamente, pararse, descubrir placas que ni sabías que estaban ahí, hornacinas con santos, que hay muchísimas en cada esquina… todo eso que nos perdemos por no levantar la cabeza cuando caminamos por las calles. Este libro también es una manera de reivindicar esa mirada diferente, porque las ciudades cada vez se parecen más unas a otras, con las mismas tiendas de ropa y las mismas cadenas de restaurantes. Es un libro que tiene, de manera sutil, una mirada política en contra de la gentificación y del capitalismo global, destacando la singularidad de cada lugar.
Supongo que también es una reivindicación del pequeño comercio…
Sí, claro. Yo creo que también hay que reivindicar esos pequeños negocios y por eso retrato las fachadas de muchos de estos locales o establecimientos como, por ejemplo, Ultramarinos Gregorio Martín que lleva funcionando de la misma manera que al principio, desde 1923.
¿Hay que cuidar esos pequeños tesoros?
Sí. Por suerte, esas grandes tiendas de ropa no han llegado a cuajar en el Casco Viejo y, en cambio, hay pequeños comercios tradicionales que todavía siguen funcionando. También hay jóvenes diseñadores o pequeños comercios singulares más modernos que recogen ese espíritu.
Tal vez el problema más grave al que se pueden enfrentar los comerciantes del Casco Viejo es el de la “invasión” de las grandes franquicias hosteleras…
Sí, todavía aguantan algunas tascas de toda la vida, pero sí que ves que, de repente, reforman un bar y son todos iguales, no hay esa visión de coger una tasca y, aunque la reformes, seguir manteniendo el espíritu de locales como, por ejemplo, el Muga, donde venía incluso gente de fuera por ese carácter peculiar que tenía.
¿Crees que se puede hacer vida sin salir del Casco Viejo?
Yo creo que sí; la verdad es que no me he parado a pensar si falta algún servicio, pero pienso que hay de todo y, de hecho, hay mucha gente que hace la vida sin salir de las Siete Calles.
Lo de dibujar no tiene secretos para ti, pero ¿te costó mucho la parte de la escritura?
Sí, dibujar puedo hacerlo hasta a ciegas y, de hecho, lo hago en lo que denomino las sesiones psicográficas; pero, para escribir, soy muy meticuloso y reviso todo muchas veces y, lógicamente, me lleva más tiempo. Estos siete paseos quería mantenerlos frescos y por eso lo hice rápido, ya que no quería que pasara un año y se perdiera la frescura del recuerdo. Y aun así, estos paseos fueron en marzo y ya hay tiendas que han cerrado desde entonces, otras que han cambiado de negocio o de propietario… la ciudad es un ente vivo, y por eso lo he querido hacer de una manera rápida.
¿Te planteaste llamar a algún escritor amigo para que hiciera esa parte del texto?
No, en ningún momento. Al final es un proyecto muy personal y, además, ya había hecho otros libros anteriormente como “Manual de ruleta rusa” que también es relato. Conozco mis limitaciones pero, al ser textos breves y esa especie de collage, me veía capacitado para hacerlo… para hacer una novela no, pero para algo así, sí.
¿Es un proyecto que se podría trasladar a cualquier barrio, incluso a Santutxu?
Sí, ya me han preguntado si voy a hacer algo parecido en El Ensanche, por ejemplo; pero, para mí, esto es un proyecto que ha acabado y tampoco se trata de estar recorriendo toda la ciudad. Igual sí que haría algo parecido, no igual por supuesto, con mi ciudad, A Coruña, pero no tengo ningún planteamiento de hacerlo todavía, aunque sí que me gusta jugar con la ciudad, fijarme, caminar, descubrir esas otras capas y diferentes realidades de un mismo lugar.
Cuéntanos en qué proyectos estás trabajando…
Ahora tengo mucho trabajo como ilustrador con portadas de libros y otras cosas; en cuanto a proyectos personales, tengo algunos en mente aunque todavía es muy pronto para hablar de ello, pero empezaré enseguida porque no puedo estar quieto.
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