Un homenaje a los pioneros
De la mano de nuestros compañeros de Agalir nos llega “El Randíl”, un libro escrito por Manuel Navarro Calatayud y con el que pretende poner en valor una actividad a veces desconocida como la de la cetrería. Con un tono poético, el escritor nos cuenta la historia de una pasión que ha marcado su vida en una novela que supone un homenaje a los pioneros de la cetrería.
¿Quién es Manuel Navarro y cuándo empieza su pasión por la escritura?
Si tuviera que hacer una semblanza sobre mí mismo tendría que hacer varias divisiones y alguna que otra subdivisión algo compleja. Básicamente y tratándose de cultura, mi rasgo principal es que nací cetrero y naturalista, que van de la mano como precepto y modo de vida hasta tocar el campo profesional en ocasiones como aeropuertos o empresas de divulgación ambiental. Mi padre fue pionero de la cetrería moderna en España junto a Pascual Íñiguez y Félix Rodríguez y todo ello te alfombra el camino de la vida que te toca vivir. En cuanto a la pasión por la escritura me preceden familiares de ambas ramas ; ese empuje genético te facilita la necesidad de escribir cuando algo es realmente digno de ser plasmado en papel para ser contado o compartido de la forma más digna posible, ya sea en la radio, en un recital poético o, como ahora, con “El Randíl”.
Anteriormente escribiste el poemario “Miradas escritas” y ahora la novela “El Randil”, también escrito con un tono totalmente poético. ¿Es este el género en el que te sientes más a gusto?
No, porque es el género más complicado para hacer brillar tu escritura y eso no es nada cómodo, más bien al contrario, porque te exige y te estruja la mente ante la oportunidad de emocionar comunicando y eso, cuando lo consigues, sí que es realmente gratificante y no cabe mayor satisfacción que esa. Pero este es el universo donde me gusta moverme y, aunque termine algo tocado por desgaste, siempre compensa.
Teniendo en cuenta que supongo que llevarás toda una vida pensando “El Randíl”, ¿te ha costado mucho escribir esta novela?
Mucho. Me ha costado adaptarme a la narrativa larga y la cadencia que te pide en según qué situaciones de una historia. “El Randíl” es un pseudónimo que llevo usando desde hace varios años y, a partir de un primer empujón que me dio mi padre antes de fallecer, ha ido fraguándose con el empujón final de otro pionero de la cetrería y decano actual de los cetreros. De ahí que presentáramos esta obra en su pueblo de nacimiento, Briviesca, a pesar de las fechas y otros inconvenientes del verano. Simbólicamente era importante para mí y he de agradecer a mi editorial Agalir su apoyo a pesar de las dificultades porque Don Pascual Íñiguez merecía esto… y lo tuvo.
¿Era necesario este homenaje a los grandes pioneros de la cetrería?
Necesario no, de obligado cumplimiento. Ellos se jugaron la vida y pasaron demasiadas calamidades como para que el colectivo cetrero no le rindiera reconocimiento por desempolvar un arte de caza milenario sumido en el olvido. No es posible resumir toda una epopeya, la de estos héroes, en una entrevista. Yo facilité correspondencia entre mi padre y Félix principalmente y de todo el grupo que formaban para dejarlo reflejado en un libro “Estimado amigo halconero”, que transcribió mi amigo Adolfo Ruiz tras un trabajo de investigación portentoso donde se guarda culto a y todos y cada uno de ellos. Esto me une a todos estos pioneros, aparte de la sangre directa de mi padre y el padrinazgo de Pascual, al margen del tiempo que compartí con Félix Rodríguez colaborando en el aeropuerto de Barajas y la base de Torrejón de Ardoz, vivencias que quedarán para siempre en mi interior.
¿Era, por tanto, inevitable la colaboración en el libro de Andrés López y del propio Pascual Iñiguez?
Dicen que no hay nadie imprescindible, pero en este caso, para mí sí que lo son. Uno por devoción y el otro por amistad y conciencia común, aparte de las cualidades de liderazgo natural de Andrés, presidente y socio de honor de AECCA. Somos eslabones de aquellos y eso no es cualquier cosa y en la defensa de esos valores nos movemos.
¿Es este un libro escrito exclusivamente para los amantes de la cetrería o crees que todo el mundo va a disfrutar leyéndolo?
En conciencia, lo escribí para el colectivo cetrero en vista de que necesitábamos reforzar una serie de valores que se están debilitando ante la masificación que se ha producido y que sigue en alza. Mi perspectiva no pasaba de ahí hasta que empecé a percibir sensaciones de otro tipo, no sólo por parte de los editores, sino de gente de mi entorno que, sin ser cetreros, iban leyendo párrafos y capítulos sueltos que les llevaba a comentarios impensables para mí. Ahora esto se va extendiendo con las primeras impresiones de lectores de todo tipo que cada vez me van confirmando la dimensión real de la novela. Sin querer pecar de pedante, empiezo a creerlo firmemente, ojalá sea así porque era algo impensable para mí cuando empecé a escribir “El Randíl”.
¿Cómo empiezas a colaborar con la gente de Agalir?
Yo tenía en mi lista de Facebook a Iñaki porque le había conocido por Sentimientos de cristal. No pensaba que fuera editor y de una manera casual, o causal, como a él le gusta decir, le mandé unas 70 páginas y así empezó todo. Yo ya tenía contacto con otros editores pero no tenía nada apalabrado y, si tengo que explicar por qué confío en Iñaki y Agurtzane… a lo mejor tendría que publicar otro poemario, porque son fantásticos en todos los sentidos.
Presentación de “Cartas con Remite de Mujer Y… Silencios de Hombre”
El jueves 27 de septiembre, en la biblioteca de Bidebarrieta de Bilbao, a las 19:30h de la tarde, se presenta el proyecto y libro “Cartas con Remite de Mujer Y… Silencios de Hombre”, cartas de historias reales en las que diferentes victimas de agresiones sexuales cuentan su historia.
Pretende ser un evento con colaboraciones, en el que hacer una denuncia social de este tema visto más allá de la noticia.
Un proyecto de Agurtzane Estrada e Iñaki UrdangarinIraeta, presentado por Agalir Ediciones.
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