José Antonio Nielfa. La Otxoa
Una vida entre bambalinas
Nació y se crió en un ambiente cabaretero en el barrio de Las Cortes y en su adolescencia se vino a vivir en Santutxu. Tras un periplo por varias ciudades conoció y se enamoró de Barcelona y, tras aprender de los mejores, volvió a Bilbao para convertirse en un símbolo de nuestro botxito, a la altura de Mari Jaia y el Athletic. El personaje de La Otxoa, alter ego de José Antonio Nielfa ha traspasado fronteras y ha conseguido codearse con las personalidades más famosas del espectáculo.
¿Cómo comienzas a interesarte por el mundo del espectáculo?
Siendo de San Francisco, y viviendo allí con 200 cabarets y 50 locales con orquesta, lo tenía todo al lado y luego sólo faltaba tener talento porque la ubicación era perfecta para aprender si tenías esa vocación.
¿Tan impresionante era el barrio de San Francisco de aquella época?
Desde Zabala hasta Bilbao la Vieja, en Las Cortes todo eran luces de neón. Era como Las Vegas y los políticos tenían que haberlo cuidado como un museo, pero ya sabes que lo primero para ellos es destruir en vez de pensar. En los 80 empezó a degradarse el barrio, sobre todo por la droga y porque no hubo suficiente vigilancia y se metió gente de todo tipo. Los vecinos de toda la vida se fueron yendo y las chicas que trabajaban allí, que eran chicas serias a pesar de todo, ya que algunas solo se dedicaban a alternar, también se marcharon. Era la época de la transición y los primeros alcaldes todavía no eran muy demócratas.
Me hablabas de que, con ese ambiente, tan sólo era necesario tener el talento para convertirte en artista, ¿de dónde te venía a ti ese talento?
Pues el talento te venía de escuchar las canciones, porque siempre había orquestas por allí y a mí eso me venía muy bien porque me gustaba mucho ese mundo y desde pequeño me decían que cantaba muy bien.
¿Desde pequeño tuviste claro que querías ser cantante?
Primero quería ser futbolista e incluso estuvo ojeándome el Athletic, pero lo que más deseaba era ser cantante. Pero, sobre todo, lo que quería es salir de mi casa, ser libre, hacer lo que quisiera y ejercer como homosexual, cosa que aquí en los años 60 era imposible.
¿Les costó mucho aceptar tu condición a tus padres?
Mis padres eran muy liberales en casi todo pero tener un hijo homosexual en aquella época era demasiado. En esa sociedad casi ni se conocía la palabra homosexualidad, en ningún lado se hablaba de ello y el homosexual era el mariquita que no lo podía remediar y del que todos se reían, pero había un montón de homosexuales ocultos. Yo me fui pero no porque me echaran, sino porque quise ser libre.
Y entonces te vas a Barcelona…
Sí, después de pasar por Madrid y por Torremolinos me voy a Barcelona y allí fue donde empecé a cantar, a ensayar, a tener repertorio propio,… Estuve trabajando con el maestro Armengol, que era un pianista de La Rambla que daba clases a gente que quería empezar, porque yo cantaba de chico pero era muy tímido y me ponía muy nervioso.
¿Había mucho movimiento en Barcelona en aquella época?
Muchísimo. En la calle Escudiller estaba el New York, , El Molino, Apolo, Barcelona de noche…Barcelona llevaba 40 años de diferencia a todos sitios, incluso a París, donde todo lo que veías había que pagarlo mientras que en Barcelona todo estaba en la calle. Allí encontrabas a los artistas mezclados con los intelectuales, las prostitutas, los obreros, los marines americanos que llegaban al puerto… Era una ciudad impresionante y digo “era” porque Pujol lo jodió todo igual que aquí los políticos jodieron La Palanca.
¿Conseguiste hacerte un hueco fácilmente?
Yo tenía algo distinto a los demás porque, en Barcelona, los transformistas imitaban a una estrella y eran exactos: el que imitaba a Edith Piaf era Edith Piaf, el que imitaba a Liza Minelli era Liza Minelli, el que imitaba a Lola Flores, que era Juan Gallo, era en el escenario y en la caracterizacion exacto. Pero Luego había casos distintos como Pavloski que era un actor que se transformaba o como yo que era un cantante con su propio personaje pero que no imitaba a nadie.
¿Qué ciudad te encuentras cuando regresas a Bilbao?
Yo vuelvo aquí cuando a mi madre le detectan un cáncer pero, en aquella época, todavía hay movimiento en La Palanca y aún se regenera con la moda de los travestis y de los transformistas. También resurge Bataclán donde hacen espectáculos y a partir de ahí duró la cosa hasta el 85 o así.
¿En qué momento nace La Otxoa?
En Barcelona, después de ir a todos los cabarets y conocer a mucha gente empiezo a crear el personaje, luego llego a Bilbao, me fui a Santutxu y lo dejé unos años apartado por la enfermedad de mi madre. Posteriormente vuelvo a ensayar con Amparo Bilbao y los domingos empiezo a ir a cantar con La Caravana de la alegría en residencias, hospitales, pero casi como un hobby. Posteriormente pongo el primer bar en Barrenkale donde servía copas y cantaba con un micro y me ponen en El Correo “El Julio Iglesias del Kasko Viejo” y es entonces, cuando menos me esperaba, cuando no quería ni lo intentaba, cuando surge el personaje. Posteriormente, ya en la democracia, en la fiesta del patrón de los periodistas que hicieron en el Garden en 1978, yo fui la sorpresa cuando aparecí ya disfrazado como La Otxoa.
Y luego llega el pelotazo de la Aste Nagusia y el “Libérate”…
Sí, en el 79 me llama La Pimpi para tocar en fiestas, canté “Libérate” y no pasó nada, pero en el 80 grabo un video para Federico Ezkerra cantando varias de mis canciones y lo ponen en una pantalla gigante desde la mañana hasta la noche. Se armó tal revolución que la gente pensaba que era un personaje que no existía y se hicieron unas pegatinas que ponía “Libérate por fin”, que se empezó a poner todo el mundo. De esta forma todas las lesbianas ocultas y homosexuales pudieron salir y hacer pública su condición. Aquello fue una liberación y un movimiento revolucionario social importante, pero como no llevo el carnet de quien tú sabes, nunca se me ha reconocido. No he visto a ningún cantante del mundo con tanta gente en una actuación como aquella que hice yo aquel año con todo el Arenal lleno, el Arriaga lleno, gente en los tejados, los balcones…
A partir de aquello consigues darte a conocer y salir en todos los medios, ¿cómo llevaste todo eso?
La verdad es que todo aquello me desbordó porque yo no tenía nadie que me asesorara, fue una época muy dura. Yo me enfadaba con algunos periodistas porque no podían entender lo que sentía un homosexual por dentro. Tampoco entendían lo que yo era, ya que yo me definía como humorista o showman con faldas y luego los periodistas me han definido de mil formas, porque nunca han entendido que La Otxoa era un cantante al que le gustaba salir vestido así al escenario, como podía ser en su época David Bowie.
Aquellos fueron años de gran movimiento cultural, ¿te sientes responsable de todo ese movimiento?
Sí había un movimiento muy interesante en el que cada uno buscábamos nuestro sitio, fue una época muy bonita porque ahora la gente está muy parada y nosotros salíamos a la calle por cualquier cosa. A la juventud ahora les roban, tenemos una justicia de vergüenza… el PP vota en contra de la ley de matrimonios homosexuales y salen las bodas de sus gays en la portada del ABC,…como decía mi abuela “lo peor de la guerra civil fueron los chaqueteros” que a mí me dan un miedo terrible.
Pero sí que es cierto que en Bilbao, gracias a mi personaje se abrió el camino y, joda a quien joda, ahí están los periódicos de la época, los videos… hubo mucha lucha a todos los niveles y gente que estaba marginada pudo salir a la luz.
¿Cuáles son las diferencias entre aquella época y esta?
Ahora todo es por la pasta y todo está comercializado, las fiestas son un asco comparado con aquellas. Los listos que están siempre pensando en la pasta vieron que los movimientos eran importantes y supieron ganar dinero con aquello. Pero entonces todo era más bonito y espontáneo, e incluso nos costaba dinero poner en marcha aquello. Lo bueno que tiene Bilbao es que la fiesta es para todo el mundo y no hay ricos y pobres, salimos a la fiesta y nos divertimos todos, por eso Euskadi es diferente.
¿Y qué tiene La Otxoa de José Antonio?
Mala hostia (risas). No, la verdad es que La Otxoa es muy descarada, hace cosas que jamás haría José Antonio, que es muy tímido. Salgo al escenario y es una sensación impresionante, desde el momento que me empiezo a maquillar ya me transformo, soy como el increíble Hulk (risas).
Y con tantos años de carrera, supongo que tendrás un montón de recuerdos…
Claro. Desde los Goya, la fiesta privada en Madrid cuando el Oscar de Almodóvar, los 50 años de Televisión española… Cuando ya ni sueñas con ese mundo ves que te llaman para salir en la TVE con Tola en “Si yo fuera presidente”. También recuerdo con mucho cariño un festival en la feria de muestras en 1979 con todos los cantautores de la época como Aute, Paco Ibáñez, Sabina… y ahí salgo yo, que puse todo patas arriba porque desde el Libérate arrastraba masas y más en un acto como aquel que era de protesta.
¿Qué personaje de los que has conocido es del que te llevas mejor recuerdo?
He conocido mucha gente importante de corazón como Carlos Cano, Lina Morgan, Lola Flores, Rocío Jurado, Mari Carrillo, Concha Velasco,…personas con un fondo enorme. Luego por aquí, por el local han pasado todas las plantillas de fútbol, políticos… yo escribí un libro, sin plumas en la lengua en el que cuento todo de lo que me acuerdo.
¿Y hay alguien que te diga algo en el panorama actual?
Sabina y Serrat, por ejemplo, todavía me siguen diciendo algo. Pero, a nivel de música, no me gusta nada el reggaeton, ni la salsa, ni que me lo impongan porque no quiero que me obliguen a escuchar algo que no quiero. Aparte de esto, creo que estamos cortos de inspiración porque ves a Edurne y es igual que Soraya, ves a Bustamante y parece Bisbal… todos tienen el mismo perfil. Antes ¿qué tenían que ver Serrat con Víctor Manuel, Miguel Ríos, Camilo Sexto o Raphael? ¿Karina qué tenía que ver con Marisol, Massiel o Salomé? Cada uno aportaba algo diferente. Ahora hacen cosas de laboratorio para intentar que sea popular. No puedo entender que luego haya gente como Belén Esteban, el hijo de la Pantoja, el Matamoros…que están haciendo bolos y ganando una pasta y que nosotros ya no podamos casi ni actuar. De esta época no me gusta nada, todo lo que yo he vivido era más humano.
¿Te sientes un símbolo de Bilbao como el Athletic o Mari Jaia?
Eso dice la gente: que soy La Otxoa y Mari Jaia. La verdad es que he tenido muchos premios, pero no hay mejor premio que la calle. La gente de la calle me adora, los señores, las señoras…hasta los niños me saludan cuando me ven por la calle, porque soy una persona normal, me paro y me saco fotos con quien me lo pida. Gracias al personaje conseguí triunfar y hacer muchas más cosas de las que pensaba que iba a hacer al margen de cantar: teatro, musicales, cine, radiar partidos de fútbol…. Tengo que agradecer mucho al personaje de La Otxoa, que me ha hecho inmensamente feliz y me ha permitido hacer todo lo que yo he querido.
Para terminar, cuéntanos qué te une a nuestro barrio
Mis sobrinos viven allí, yo también estuve viviendo muchos años, tengo muchos amigos de toda la vida. Yo he conocido Santutxu cuando eran campas y de eso a ver como ha crecido y se ha convertido en uno de los mejores barrios con una gente maravillosa. Yo he sido un niño muy feliz en San Francisco, que era el mejor barrio de Bilbao junto al Kasko viejo y La Gran Vía, y cada vez que paso por allí me dan ganas de llorar de nostalgia pero, cuando mis padres y otros vecinos decidieron comprar pisos en Santutxu, es porque vieron algo especial en el barrio.
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